5. ENCUENTRO: ALEGRÍA DE VIVIR EL PERDÓN

Desarrollo del encuentro con padres en versión word
5. La alegría de vivir el perdón.doc
Documento Microsoft Word 545.5 KB

A)    INTRODUCCIÓN

-       En este encuentro con los padres tenemos presentes el núcleo catequético VIII (“La Reconciliación. Recibimos el perdón de Jesús”) del Catecismo Jesús es el Señor (pág. 104 a 113). Se corresponde con los temas 35 a 37 de Con Jesús y en su Iglesia (pág. 53-66) de Creo en Jesús 2 (pág. 71-88) y Venid y veréis (pág.101-120). Nos ocupamos de la problemática del pecado y el perdón tan enraizados en la realidad humana y a los que ha venido a ofrecer luz y esperanza Jesucristo.

 

B)    OBJETIVOS

o   Ayudar a los padres a descubrir el amor misericordioso que Dios nos tiene a cada uno aquí y ahora.

o  Desear pedir perdón a Dios y querer que la dinámica del perdón forme parte de nuestra vida personal y familiar.

o  Que los padres ayuden a sus hijos a vivir el perdón en su relación con Dios y con los demás.

 

C)      DESARROLLO DEL ENCUENTRO

1.        Acogida cordial y revisión del compromiso del encuentro anterior.

-  Hay que seguir cuidando este momento inicial procurando crear un buen ambiente entre los asistentes.

-  El guía les recuerda a los padres cuál fue el compromiso que se propuso en el encuentro anterior (mejorar en la vivencia de uno de diez mandamientos). Después les pregunta cómo les ha ido con ese pequeño compromiso, qué dificultades han encontrado, qué dudas les han surgido.

El guía resaltará los aspectos positivos que hayan surgido de la realización del compromiso y les animará a cuidar esta labor en el hogar pues puede resultar enriquecedora de la vida familiar y de la catequesis.

2.   Introducción al tema

-El guía puede introducir el tema señalando que todos somos conscientes de que hacemos muchas "cosas buenas" pero también de que en ocasiones actuamos mal. Somos capaces de justificar ese mal comportamiento y nos suele costar bastante reconocerlo sobre todo ante los demás. No es infrecuente que estemos interiormente mal y descontentos de lo que hemos realizado pero por fuera aparentemente parezcamos muy satisfechos.

Cuando hacemos algo que no está bien, nos hacemos daño y hacemos daño y nos alejamos de los demás, particularmente de aquellos que nos quieren. ¿Te parece que esto es así o lo ves de otra manera?

3. Exposición testimonial.

a) Todos necesitamos pedir perdón y perdonar

- Cuándo hacemos daño y ofendemos a otras personas, ¿somos capaces de acercarnos al otro y reconocer el daño que le hemos causado? ¿Sentimos la necesidad de que nos perdonen aquellos a quienes afecta nuestra conducta? Sin embargo, cuánto nos cuesta a veces pedir perdón porque implica reconocer nuestra pobreza y limitación…

Otras veces, quizás con mayor frecuencia, sientes que eres tú la ofendida o el ofendido. Piensa por ejemplo: en el mal estómago que se te queda cuando tu cuñada no te ha visitado cuando la esperabas; en los celos que sientes hacia otro hermano al que tú piensas que tu padre le está favoreciendo o el rencor que guardas en tu interior hacia tu marido o mujer porque sientes que siempre se sale con la suya.

Es fácil acusar la injusticia, el olvido, la traición que otros han tenido conmigo. Y mucho más difícil perdonar sobre todo algunos comportamientos o a algunas personas. ¿Crees que todo se puede perdonar? ¿Piensas que hay acciones que no merecen tu perdón?

-La palabra “perdonar” significa hacer borrón y cuenta nueva, cancelar una deuda.

El perdón no se otorga porque la persona merezca ser perdonada. El perdón es un acto de amor, de misericordia y de gracia. El perdón es una decisión de no guardar rencor a otra persona, pese a lo que me haya hecho.

b) Jesús nos ofrece el perdón y nos capacita para perdonar y pedir perdón

-   Dios “no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por El” (Jn 3,16). Porque “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16).

(En este momento podría verse el mini-video “Platos cayendo” [4.07 minutos]: una parábola de la historia de la salvación como historia de amor y perdón. En internet hay versiones subtituladas en inglés y en castellano).

Jesús optó en su vida por poner de manifiesto el perdón de Dios, nuestro Padre. Con sus palabras Jesús no dejó de hablar de un Dios que busca a la oveja perdida, que espera incansablemente al hijo que se ha ido de casa (cf. Lc 15) y de la alegría que hay en el cielo cuando un pecador se convierte. Y con sus obras ofreció el perdón de Dios.El evangelio nos muestra cómo los pecadores de toda condición se acercaban a Jesús sin miedo. Le podemos ver delante de una adúltera, de un recaudador de impuestos, del buen ladrón, mirando a Pedro después de su traición… siempre dispuesto a acoger y a perdonar. Perdonó incluso a quienes le estaban crucificando: “Padre, perdónales porque no saben lo que hacen” (Lc 23,33-34). De tal manera que los fariseos y los escribas murmuraban: “Este acoge a los pecadores y come con ellos” (Lc 15,2).

-   Jesús no sólo habló del perdón y lo ofreció con su vida sino que también quiere que nosotros vivamos el perdón: pidiendo perdón y regalando el perdón. Quiere que perdonemos no solo siete veces sino setenta veces, es decir, siempre (cf. Mt 18,21-22) y, por tanto, que seamos misericordiosos como lo es el Padre (cf. Lc 6,36).

Los discípulos de Jesús entienden que deben continuar esa tarea de anunciar el perdón de los pecados (Lc 24,27). Y reciben además el Espíritu Santo para perdonar los pecados (Jn 20,23). La Iglesia ha hecho presente en la vida de los hombres este amor misericordioso de Dios. Por eso, a lo largo de toda la historia la Iglesia ha tenido conciencia de que el perdón de los pecados lo da Dios a un pecador arrepentido por medio de un signo sacramental y a través de la comunidad.

-A nosotros muchas veces no nos sale espontáneo perdonar. Por eso, tenemos que mirar mucho a Jesús para aprender de Él. Sólo con Él seremos capaces de que nuestra vida no acumule rencores, resentimientos... Eso no impide que haya situaciones en las que se necesita mucho tiempo para perdonar. Pide a Jesús que te ayude, te dé su perdón para que tú también puedas perdonar. Así lo decimos en el Padrenuestro: “perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (cf. Mt 6,12).

c) Pasos importantes para experimentar el perdón de Dios

- Son fundamentalmente tres:

1. Admitir que somos pecadores, que nuestra vida en muchas ocasiones funciona al margen del amor de Dios y eso no nos hace bien. La Biblia nos enseña que somos pecadores y necesitamos de perdón. “¿Quién puede decir: Yo he limpiado mi corazón, limpio estoy de mi pecado?” (Prov 20,9); “Ciertamente no hay en la tierra hombre tan justo, que haga el bien y nunca peque” (Ecle 7,20); “Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1,8); “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Rom 3,23).

Es frecuente oír: “Yo no robo ni mato, soy un ciudadano cumplidor con mi trabajo, no hago daño a nadie; por tanto, ¿de qué me tiene que perdonar Dios?”. Pensamos que sólo se peca cuando tenemos consciencia de haber hecho algo malo muy gordo. Y no es así. Pecamos cuando realmente nos hacemos daño, hacemos daño a los demás, a la naturaleza y a nuestra relación con Dios aunque no seamos conscientes de ello. Pasa algo parecido a lo que acontece con el veneno: nos va matando aunque nos sepa muy bien o vayamos tomando pequeñas dosis.

El pecado es una realidad que no puede ser negada. Sus consecuencias: tristezas, sufrimiento y muerte, afectan a la persona que peca, a quien sufre el daño, a toda la raza humana. Y no solo a los hombres pues nuestros pecados también afectan a Dios. Todo pecado es a la larga un acto de desconfianza e incluso de rebelión en contra de Dios (cf. Sal 51,4). El mismo Jesús afirmó que “todo lo que hagáis a uno de estos mis pequeños a Mí me lo hacéis” (Mt 25,40).

Por eso, todos necesitamos del perdón que Cristo ofrece: cualquiera de nosotros que se sienta pecador porque reconoce que hizo o está haciendo cosas mal en la vida, porque se da cuenta que a causa de sus actitudes o actos hace sufrir a otros…

2.Arrepentirnos y tener propósito de cambiar. “Así que, arrepentíos y convertíos para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de consuelo” (Hech 3,19). Esta actitud de conversión supone la decisión de negarse a vivir sólo para uno mismo y de cambiar de manera de ser y de criterios para amar y servir a los demás al estilo de Jesús.

La confesión de nuestros pecados. “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1,9). En condiciones normales es precisa la confesión ante un sacerdote de los pecados mortales a través del sacramento del perdón.

d) Una realidad: nos cuesta confesarnos por muchas razones

- La realidad es que nos cuesta mucho acercarnos al sacramento del perdón. Las razones son variadas. Veamos si nos sentimos identificados con algunas de las siguientes y si nos ofrecen alguna luz las sugerencias que se aportan para superar esas dificultades:

1) Opinión (O): "Yo no robo ni mato, no tengo pecados graves. Por eso, no sé que otros pecados puedo tener que confesar"

Intentando responder (IR): Para un cristiano no sólo se trata de no robar y no matar. Si miramos a Jesús y nos dejamos iluminar por su Espíritu, seguramente encontraremos actitudes y acciones en nuestra vida que son contrarias al amor a Dios y al prójimo. Además, en el sacramento de la reconciliación recibimos la fuerza de Dios para vencer al mal en su raíz y para seguir de cerca a Jesús.

2) O: "No vale la pena confesarse para volver a caer en los mismos pecados"

IR: Es difícil cambiar radicalmente de la noche a la mañana, pues seguimos siendo los mismos y seguimos inmersos en el mismo ambiente. Pero, si nos confesamos sinceramente, salimos decididos a poner los medios necesarios para superar nuestras deficiencias. Así, con el esfuerzo personal y la ayuda de Dios, nuestra vida irá mejorando día a día.

3) O: "Yo me confieso directamente con Dios. No tengo necesidad de confesarme con un sacerdote"

IR: a/ Jesucristo quiso hacerse hombre y quiere hacernos llegar su perdón de manera humana a través del sacerdote.

b/ La fe cristiana es comunitaria. Todo lo bueno o malo que hagamos afecta a los demás. Por el pecado nos hacemos daño personalmente pero también a la Iglesia. Dios nos ofrece su perdón en la comunidad. El sacerdote, en su nombre, nos acoge, nos invita a celebrar con alegría el perdón y nos reinserta en la comunidad.

4) O: "Yo no me confieso porque los sacerdotes tienen muchos fallos y limitaciones. Muchos son peores que yo"

IR: Las limitaciones del sacerdote le permiten comprender, ayudar y orientar mejor a quien se acerca para confesarse. En todo caso, en el sacramento de la reconciliación no es el sacerdote quien perdona sino Cristo. El sacerdote es un signo y representante de Cristo en el seno de la comunidad eclesial.

5) O: "Quedé muy descontento de la última confesión que hice. El sacerdote me echó la bronca. No creo que vuelva a confesarme"

IR: Ningún sacerdote debe reñir a quien humildemente confiesa sus faltas y pecados. Pero hemos de ser comprensivos y saber perdonar las limitaciones humanas, incluso del sacerdote. El perdón que Dios nos da no depende de la bondad del sacerdote, ni sus fallos deben alejarnos del sacramento.

6) O: "Basta estar arrepentido de verdad, sin necesidad de decir los pecados a un cura"

IR: Dios ama y perdona de muchas maneras. Jesús quiso dejarnos, a través de la Iglesia, una garantía de ese perdón. Por eso entregó a los apóstoles y a sus sucesores la posibilidad de perdonar, en su nombre, los pecados. El sacramento de la reconciliación es necesario para que se nos perdonen los pecados mortales.

-       Os animamos a seguir reflexionando sobre estas cuestiones y a animaros a experimentar la alegría del perdón de Dios nuestro Padre también vosotros el día de la primera confesión de vuestros hijos.

3.   Texto bíblico para seguir profundizando

“Habiendo entrado en Jericó, atravesaba la ciudad. Había un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quién era Jesús, pero no podía a causa de la gente, porque era de pequeña estatura. Se adelantó corriendo y se subió a una higuera para verle, pues iba a pasar por allí. Y cuando Jesús llegó a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: ‘Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa’. Se apresuró a bajar y le recibió con alegría. Al verlo, todos murmuraban diciendo: ‘Ha ido a hospedarse a casa de un hombre pecador’. Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: ‘Daré, Señor, la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo defraudé a alguien, le devolveré el cuádruplo’. Jesús le dijo: ‘Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también éste es hijo de Abraham, pues el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido’”(Lc 19,1-10).

Pistas para la reflexión del texto evangélico

oZaqueo era uno de los jefes de los recaudadores de impuestos, con tanta riqueza que suscitaba envidia y rabia entre los habitantes de Jericó. Un hombre que podría encarnar el ideal de una sociedad como la nuestra. Alguien que ha alcanzado el ideal que promete nuestro mundo desarrollado: el bienestar individual. ¿Qué más podía esperar Zaqueo?

Sin embargo aquel ideal, tan perseguido por el mundo que le rodea, no le satisface. Tal vez se sienta decepcionado, no es lo que esperaba, no resulta ser la buena noticia divulgada por la sociedad romana... es otra mentira, otro engaño. No se siente feliz.

oPor eso quiere ver a Jesús, un hombre diferente, con un mensaje singular. No sabemos quién le habrá hablado de Jesús, ni cómo. Tal vez las distintas opiniones (es un charlatán, un profeta, un curandero, un gran orador, habla con autoridad) le han movido a conocerlo de cerca. ¿Qué tiene este Jesús de especial?

Pero su curiosidad, su búsqueda, se vuelve ansiosa, hasta el punto de pasar de lo que dice la gente. Podemos imaginarnos a ese hombre que se abre paso entre la muchedumbre para ver a Jesús, que corre como un loco para adelantarlo, que se sube como un niño a un árbol. No le preocupa su imagen, su reputación, su dignidad, ni lo que la gente pueda pensar de él. Está dispuesto a todo con tal de ver a Jesús.

Zaqueo nos enseña la importancia de buscar a Jesús de manera decidida. En la fe, hay un movimiento humano necesario: la curiosidad, el deseo, el interés por Jesús, por su palabra, por su persona, por su reino.

oJesús lo mira y le habla. ¡Quién sabe la confusión interior que sintió Zaqueo! Me está hablando justo a mí. ¿Y por qué a mí? ¿No ve cuánta gente hay alrededor?, ¿por qué me escoge exactamente a mí? ¿No sabe lo que soy, lo que hago? Sin duda no sabe lo malo que soy. Pero al mismo tiempo, ¡qué felicidad el sentirse escogido!

Y Zaqueo baja con alegría. No se siente condenado, al contrario se siente valorizado, aceptado, en definitiva se siente amado. Jesús entra en la vida de este hombre y lo hace poniendo todo patas arriba. La vida de Zaqueo da un vuelco total, inesperado, como inesperado fue el encuentro e inesperada la mirada de Jesús. Jesús quiere ir a casa de Zaqueo y se auto-invita. ¡Menuda sorpresa! Esta invitación no entraba en los planes de Zaqueo. Pero, oídas las palabras de Jesús, baja todo contento del árbol y se lleva a Jesús a su casa.

o  ¿Qué significó aquel encuentro para Zaqueo? Todo. A partir de ese momento hay un antes y un después. De alguna manera Zaqueo baja de la higuera convertido porque aceptó sin titubeos la palabra de Jesús, y le abrió su casa, su corazón y su bolsillo comprometiéndose a arreglar cuantas injusticias hubiera cometido.

Quizás como Zaqueo buscamos a Jesús, pero... ¡anda que si se para y me mira como a Zaqueo! ¿Tenemos miedo de la profundidad del encuentro con Él a solas? Quizás también entre en nuestra vida y lo ponga todo patas arriba. Zaqueo, frente a las acusaciones como las hechas por el hijo mayor de la parábola, se pone de pie dispuesto a actuar: la mitad de los bienes se los va a dar a los pobres y cuatro veces más a quienes ha engañado.

Amor con amor se paga”, dice el refrán. Uno que se siente amado y amado gratuitamente como Zaqueo, ama a su vez. O como dice un escritor latinoamericano: “Es para mí una cosa inexplicable el porqué se siente uno capaz de ser bueno al sentirse amado”.

Esta experiencia la podemos hacer cada uno de nosotros. Cuando una persona te quiere de verdad, notas cómo cambia tu vida, sientes que te invade una fuerza para hacer el bien. Y cuanto más grande es el amor de una persona, más te sientes capaz de ser bueno.

oTal vez la sabiduría del sacramento de la reconciliación sea justamente esto: ser un signo concreto de que Jesús te ama pese a todo lo que ha pasado o has hecho. Él sacerdote en nombre del Padre, te dice vete en paz, y entonces estás seguro de que Dios te ama. Necesitamos oír aquellas palabras para recuperar la alegría de sentirnos amados y para poder amar de verdad. “Conviene que hoy me quede en tu casa”... para oír: “Hoy la salvación ha llegado en esta casa”.

oLa experiencia de Zaqueo fue la de sentirse no condenado sino amado, lo cual le llenó de alegría: ¿Has vivido también tú esa experiencia de la “mirada sanadora” de Jesús? ¿Qué ha cambiado en tu vida? ¿Qué estás dispuesto a perder (o a ganar) para encontrarte de verdad con Jesús?

4.Puede concluirse esta parte viendo el mini-video y escuchando la canción “Debes primero perdonar si tú quieres que el Señor te perdone”(4.15): el perdón es una decisión, que deja en libertad tu corazón.

6. Momento para la reflexión personal

Después de escuchar la exposición testimonial, se entrega a los padres una hoja con lo fundamental de la exposición y otro material complementario que puedan utilizar después en casa. A continuación se dejan unos momentos de silencio (pueden ser unos 5 minutos) para reflexionar personalmente sobre lo que se ha dicho. Puede ayudar escuchar de fondo una música suave que favorezca la interiorización.

7. Compromiso

-Se les propone a los padres un pequeño compromiso para realizar en familia. Puede ser uno de los siguientes o los dos.

oVivir el perdón en casa: pidiendo perdón a los demás miembros de la familia cuando no actuamos bien y perdonando a los demás cuando nos hacen daño.

o     Ir preparando en familia la celebración de la primera confesión de su hijo hablándoles del amor de Dios que disfruta perdonando y curando, viendo y comentando algún video de dibujos animados sobre el perdón en Jesús (por ejemplo, alguna de las parábolas de la misericordia: la del hijo pródigo, la de la oveja perdida, la del siervo sin entrañas…) y/o viendo y comentando algún video sobre el sacramento del perdón.

8. Oración

-   Puede acabarse el encuentro rezando juntos todos los padres y quien guía una de estas dos oraciones:

A)      Acógeme

“Padre, es verdad que yo busco tu amor pero ¿cuántas veces olvido que estás a mi lado? ¿Cuántas veces olvido que me aceptas como soy? ¿Cuántas veces olvido que eres mi Padre y yo tu hijo? ¿Cuántas veces prefiero la comodidad de mi vida, vivir sin la sinceridad que Tú me pides? ¿Cuántas veces prefiero afirmar que estoy cansado y no escucho tu voz?

A veces, mis olvidos y mis preferencias hacen que mi vida resulte vacía. Por eso, Padre, hoy vuelvo a Ti. Acógeme y dame fuerza para seguir caminando. Ayúdame a hacer tu voluntad y a ser fiel a tu Palabra. Amén”.

B)     Gracias por tu perdón

“Te damos las gracias, Padre, porque siempre y en todo momento nos ofreces tu amistad y nos perdonas. Gracias, Jesús, porque perdonaste a todos los que se acercaron a ti y confiaron en tu amor y así nos enseñaste a perdonar. Gracias por morir perdonando.

Te pedimos, Jesús, ayuda porque nos cuesta reconocer nuestros pecados, arrepentirnos, pedir perdón y dejar que tu perdón nos llegue a través de hombre tan frágil como es un sacerdote”.

 

MATERIAL COMPLEMENTARIO (para entregar a los padres en una hoja que pueden llevarse para leer y profundizar en casa)

En nuestras familias hay muchos momentos de tensión y conflicto y, por tanto, hay muchas cosas que perdonar al cabo del día (entre esposos; entre padres e hijos; entre abuelos, hijos y nietos).

El perdón (en su doble movimiento: "¿Me perdonas?" y "Te perdono") es una condición imprescindible para vivir en familia pero no es nada fácil. Muchas veces no sale espontáneo; con frecuencia, se producen tensiones una y otra vez por las mismas cosas (a veces por tonterías pero... ¡llueve sobre mojado!); no faltan situaciones en las que cuesta distinguir entre permisividad y perdón...

Algunas consideraciones sobre el perdón

  • Una persona demuestra lo fuerte que es por la capacidad de perdón que tiene. Sólo los débiles no perdonan, porque el odio es más fuerte que ellos y se dejan dominar por él. Se vive mejor perdonando que con resentimiento.
  • Quien no se ha sentido con necesidad de ser perdonado, es muy difícil que perdone.
  • Hay que perdonar no sólo a los demás sino también a Dios (¡de cuántas situaciones le hacemos responsable!) y a uno mismo (qué blandos somos a veces con nosotros mismos pero, en otras ocasiones, ¡qué duros!).
  • Perdonar no equivale a ‘olvidar’ sino a recordar sin dolor.
  • Perdonar no es cuestión de puños, es un asunto de fe. No es nuestro perdón el que debemos dar generosamente a los otros; es el perdón mismo de Dios el que ha de desbordar nuestros diques y nuestras barreras y sumergir en el mismo mar nuestros pecados y los de nuestros hermanos.
  • Dios quiere perdonarnos siempre -hagamos lo que hagamos- porque nos quiere, y quiere hacernos tan fuertes, que podamos perdonar y querer incluso a nuestros mayores enemigos.
  • Son signos de madurez: crecerse ante la adversidad, aprender del error, convertir una dificultad en un reto, hacer del pecado oportunidad para experimentar el amor de Dios.
  • La culpabilidad es la luz roja que nos advierte del camino equivocado. Cuando es sana nos ayuda a crecer, fomenta nuestra responsabilidad y dinamiza el cambio necesario sin menoscabo de nuestra autoestima.

 

Tres actitudes importantes para el perdón familiar:

o     Sinceridad para reconocer mis (nuestros) defectos y enfados.

o     Comprensión: Mis fallos y limitaciones han de servirme para comprender los fallos de los demás.

o     Prontitud: Proponerme que no se acabe el día sin haberme reconciliado con los que viven en mi casa.

Para orar juntos toda la familia

         Leed la parábola del siervo sin entrañas (Mt 18,23-35).

         Después de unos minutos de silencio, compartid los sentimientos que os han producido su lectura y, en concreto, cuáles son las dificultades que cada uno tiene para perdonar.

         Actualizad la parábola a situaciones de nuestro mundo actual y, si es posible, a situaciones que estéis viviendo en vuestra familia. Proponed un final feliz (según lo que decimos en el Padrenuestro: "Perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden") para esas situaciones.

         Con las manos unidas, rezad (o cantad) el Padrenuestro.

También puede ser interesante poner en la hoja el apartado d) de la Exposición testimonial: “Una realidad: nos cuesta confesarnos por muchas razones” para que los padres pueden reflexionar en casa sobre las dificultades para confesarse.

Igualmente convendría poner alguno de los exámenes de conciencia que se encuentran en la Celebración de la Primera Confesión (páginas 49-50) para que los padres pudieran irlo revisando con sus hijos en casa durante las semanas previas a la confesión. Pueden revisarse algunos puntos cada día (por ejemplo al final del día antes de dormir.

 

BREVE CELEBRACIÓN CON PADRES-NIÑOS-CATEQUISTAS:

LA ALEGRÍA DE VIVIR EL PERDÓN

(Sólo si se ve conveniente)

A)    INTRODUCCIÓN

-       Esta celebración es conjunta para padres y sus hijos, los catequistas, el guía de padres y a ser posible, el sacerdote. Si no la puede presidir el sacerdote, lo hará el guía o uno de los catequistas.

-       Está pensada para que dure como máximo 10 minutos. Se realizará al finalizar el encuentro de padres. Los padres habrán tenido su reunión en una sala y los niños en otra. Para la celebración se juntarán en una de las dos salas o en otro lugar apropiado.

Material necesario

-    Guión para la celebración La alegría de vivir el perdón.

-    Ladrillos de papel (puede ser rojo). Papel grande (puede ser una o dos cartulinas) para hacer de muro. Pegamento de papel.

-       El texto de la canción “Manos abiertas”.

 

B)    DESARROLLO DE LA CELEBRACIÓN:

Preparación por parte de losNIÑOS (mientras los padres tienen su encuentro).

-     Ver en la sesión de catequesis o repasar alguno de los temas sobre el sacramento del perdón (35 a 37).

-     Realizar con los niños la siguiente dinámica del muro:

La catequista repartirá a cada niño un papel/ladrillo alargado de color rojo que simbolizará ser un ladrillo. En él se escribirá, por una de sus caras, todo aquello que nos ofende cuando los demás nos lo hacen, provocándonos enfado, rabia o malestar. Se escribirán dos cosas como máximo en cada ladrillo. Luego se pegarán las hojas/ladrillos en un papel grande (como si fuera un muro).

Para superar esas situaciones Jesús nos propone el camino del perdón. Todo el que decida recorrerlo encontrará la ayuda y la fuerza necesaria para realizarlo. Sólo Él nos puede hacer capaces de estar siempre dispuestos a perdonar de esta manera, porque sólo Él puede llenamos el corazón de una paz y un amor más fuerte que cualquier ofensa. Basta con pedírselo a Jesús, ponerse en sus manos y confiar siempre en Él.

Así que para derribar ese muro de ofensas y odio que se levanta ante nosotros, cada uno dibujará en un folio en blanco la silueta de una bomba y en su interior escribirá de qué manera va a intentar responder a las ofensas a partir de ahora para no ser vencido por el odio y el rencor. (Cada niño guardará la bomba que ha hecho para utilizarla en la celebración).

-       Ensayar la canción “Manos abiertas”

QUÉ SUERTE ES TENER UN CORAZÓN SIN PUERTAS, QUE SUERTE ES TENER LAS MANOS SIEMPRE ABIERTAS.

Manos abiertas para estrechar las de un amigo. Manos abiertas para ayudar en el camino.

Manos abiertas para buscar un mundo nuevo. Manos abiertas para un hacer, no para un sueño.

Manos abiertas las de Jesús, las del Maestro. Manos abiertas, las del que supo amar primero.

Celebración

1.   Después de reunirse todos (niños, padres, catequistas y guía) el guía pregunta a los niños por la dinámica del muro. Los niños muestran el muro con sus ladrillos y después pegan las bombas para vencer al mal con la fuerza del bien.

2.Gesto: Hay gestos muy expresivos de afecto y amor. Uno de ellos es el abrazo. Si se ve conveniente se puede ver el mini-video “El abrazo es salvador” (2.31) o “El abrazo salvador” (2.59).

3. Después se invita a los niños a que piensen en alguna actitud con la que suelen hacer sufrir a sus padres y a continuación vayan a darle un abrazo fuerte y expresivo a sus padres (si están y si no a su catequista). Estos también pueden pedirle perdón a su hijo por alguna actitud inadecuada.

3.      Cantar la canción “Manos abiertas”

4.Se puede acabar rezando juntos un Padrenuestro subrayando las palabras “perdónanos como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”.